Dogmas y profecías adornan las habitaciones de las niñas.
Son potentes atrapasueños
pero no distinguen la ilusión de las pesadillas
y lo tragan todo.
A veces también a las propias niñas:
las sorben suavecito, sin ruido,
dejando en sus camas lindas carcasas vacías
que siguen con la pantomima
muchos años después.

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